martes, 25 de noviembre de 2014

VIII Seminario de Literatura Infantil y Juvenil: “Intercambio de saberes sobre género en la LIJ colombiana”






Esta investigación indaga sobre la construcción de los personajes femeninos en nueve obras de la Literatura Infantil y Juvenil colombiana, teniendo en cuenta que las historias dirigidas al público infantil recrean una imagen ejemplarizante de lo femenino y masculino, reproduciendo a través de los personajes las características de lo que la sociedad considera debe ser un niño o una niña.
   
Este trabajo se realiza a partir de los intereses comunes de un colectivo de docentes, bibliotecarios y autores del género de la ciudad de Cali, quienes desde 2010 conforman el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil (Semilij) y  han emprendido un trabajo voluntario de investigación alrededor de la LIJ Colombiana, motivados por los grandes vacíos que la academia deja en este género y por el desconocimiento generalizado en cuanto la producción local.

En esta oportunidad, las integrantes Paola Andrea Moreno y Maday Rivera Correa presentarán los avances de la investigación en curso sobre el género en la LIJ, contando con la participación de la escritora Adriana Carreño Castillo, ganadora del V Premio de literatura Infantil Barco de Vapor  2012 por su obra “Una carta para Luciana”.

El seminario-taller se llevará a cabo el sábado 29 de noviembre de 2014 a partir de las 9:30 a.m. hasta las 5:00 p.m. En la mañana se realizarán las conferencias y en la tarde se compartirá un taller diseñado por Semilij en las instalaciones del Centro Cultural Comfandi.

miércoles, 8 de octubre de 2014

LITERATURA JUVENIL Y PROMOCIÓN DE LECTURA. El lugar del promotor. La escuela I.



Si hemos sido juiciosos hasta ahora debemos convenir en algo. La literatura juvenil no es propiamente lo que las editoriales signan como tal. No, se trata de un territorio de frontera en donde se puede encontrar una amplia gama de publicaciones, desde Cuentos en verso para niños en verso hasta Shakespeare; desde Mark Twain hasta Cincuenta sombras de Gray. La razón de las generalizaciones se halla en un error común, la asunción de que a determinadas edades se gusta de determinados libros. Esta categorización de libros por edades es propia del aparato mediador más grande que existe, la escuela.

No podemos olvidar que los niños y adolescentes por lo general no pueden adquirir libros por sí mismos, así que sus gustos e intereses son mediados por sus padres. ¿A quién acuden, en inmensa mayoría, los padres para determinar cuáles son los libros más adecuados para sus hijos en su desarrollo lector? A la escuela. Ante todo cuando muchos padres no son lectores por sí mismos.

La escuela ha detentado un lugar cada vez más preponderante en la mediación entre el mundo real y las etapas de desarrollo; es en ella en quien se ha descargado la responsabilidad de educar en nuestro tiempo. Al punto de que si un niño es maleducado o simplemente grosero los padres no suelen mirarse a sí mismo, miran a los docentes y a la institución escolar en general. Esto aún es más evidente en la escuela secundaria.


Ya lo decía Pennac en su célebre ensayo Como una novela. Mientras los niños son pequeños y se encuentran en el seno familiar, los padres buscan las bibliotecas públicas e incluso van a librerías con los pequeños a buscar las publicaciones adecuadas para ellos. Son los padres entonces los primeros mediadores, pero al llegar a la edad escolar las orientaciones, la mediación tiene lugar en el colegio. Los padres no suelen discutir, se acogen a las decisiones de los profesores y rectores, las decisiones institucionales. Aquí hay un divorcio de objetivos, puesto que la escuela busca formar, no en gustos lectores, sino en competencias básicas que permitan a los niños y jóvenes enfrentarse a una amplia variedad de textos y, no lo podemos negar, a entregar a los lectores en formación aquello que podemos denominar el canon. Dicho de otra forma, aquellas lecturas que han sido, y son, indispensables en la formación del pensamiento occidental. No podemos discutir la labor que en esto tiene la escuela. No podemos discutir las razones que llevan a los padres a entregar estos procesos de formación a las instituciones educativas. Discutimos en cambio la labor que tienen, que han tenido que asumir los docentes en las escuelas.


En los primeros años de formación, en lo que podemos llamar preescolar y primaria, el acceso a los libros, al material escrito, se halla principalmente guiado por la lúdica, por el aprehendizaje del gusto. Los docentes leen en voz alta, discuten, inventan canciones, proponen interpretaciones a los libros álbum y libros ilustrados, brindan herramientas para que los chicos se apropien de las lecturas. El acceso a la secundaria tiene otro sabor. Se espera que los alumnos hayan accedido a las claves básicas de la decodificación, interpretación y análisis crítico, es entonces cuando se enfrentan, se considera que son capaces de enfrentarse, a los análisis de obras más “duras”. Hacen así su ingreso obras cumbres del pensamiento occidental, El doctor Jekyll y Mr. Hide, El señor de las moscas, El gigante egoísta. Los libros entonces no son mediados en virtud de su valor estético intrínseco, si no de la capacidad de análisis que el lector en formación pueda tener al enfrentarse a ellos. También sucede, de manera casi imperceptible, que se olvidan de los juegos de palabras, la poesía, el goce de la representación y el drama. El papel del mediador cambia de manera drástica, el goce es dejado a un lado, es el lugar de la crítica, de la inferencia, de la construcción de sentido en virtud de X o Y teoría. No nos malentendamos, estos elementos ayudan a que los lectores puedan sacar otros elementos en los que las obras literarias se hallan inmersos, pero el mediador toma un papel más duro, el de juez, el de evaluador. Así el libro se convierte en un conjunto de datos de los cuales se debe poder sacar algo de utilidad, y que va mucho más allá de la moraleja, del deber ser.


Son estas circunstancias las que alejan a los mediadores de los adolescentes, porque a su vez estos se convierten en duros auditorios, sospechosos, repelentes. ¿Dónde está la trampa?, ¿cómo se va a evaluar?, ¿qué se espera que hagamos con esto que se nos entrega? El joven sospecha, y el mediador es comenzado a ver casi como un criminal, pues no es otra cosa que objeto de sospecha. ¿Dónde está entonces la trampa?


Si me permites la dilación, oh amable lector, retomaremos en una próxima entrada estos interrogantes.

martes, 7 de octubre de 2014

¿QUÉ ES LA LITERATURA JUVENIL? El aspecto del lector II

Foto de Nathalia Rivero, tomada de la página de Facebook de Riders

He de iniciar esta entrada con una generalización: hasta el lanzamiento de Harry Potter en 1997, no existía una literatura juvenil propiamente dicha. Existían libros para jóvenes, por supuesto, y libros que los jóvenes se habían apropiado. Pero no existía una literatura juvenil como tal.
Antes de continuar debo declarar que no me gusta Harry Potter, que me parece que el mundo que J. K. Rowling describe es demasiado deudor de Tolkien, y que de alguna manera toma sus mejores partes y las infantiliza sin pudor. Con todo esto, sin embargo, la serie de Harry Potter logró algo de lo que muy pocas obras pueden ufanarse, creció con sus lectores. Durante diez años Potter y sus amigos –quienes hacen todo por él- entretuvieron a los lectores, que enamorados de ese universo que se había expandido también con el trascurso de los años esperaron con paciencia a que fueran apareciendo los libros. Por supuesto podría alegarse que no es la única saga que ha hecho esperar a sus lectores. Se puede mencionar entonces la saga de la Fundación de Isaac Asimov, la infinita Dragonlance, la inacabable Dune e incluso a Sherlock Holmes. Sin embargo, gracias a la globalización y al mercadeo –no se puede omitir su participación en este fenómeno-, entre otras razones, ha sido unas de las pocas veces en la historia que un conjunto de lectores ha crecido a la par que su protagonista. Y no sólo crecieron de tamaño, sino que también lo hicieron como lectores. Eso implicó que debieron apoderarse de otras obras, de otros mercados, de otras sagas. Así, autores como Terry Gilliam y Neil Gaiman también vieron acrecentados el número de lectores, lectores que en muchos casos no habrían concebido al principio. Pero el fenómeno escapó del campo de la fantasía, porque no necesariamente (y esto lo olvidaron por mucho tiempo las editoriales) los jóvenes están necesitados de Fantasía. En Colombia, por ejemplo, estos lectores se apropiaron de la obra de Mario Mendoza, que escribe obras de carácter político y realista.
Es aquí donde debemos detenernos para recordar que el mercadeo ha creado un estereotipo de lo que debe leer un joven, pero el sujeto real escapa por mucho de esos débiles límites. Para ejemplificar este punto hablaré de un fenómeno que durante los dos últimos años, aproximadamente, se ha dado en Cali. Este fenómeno se llama Riders.
Riders nace, ya me corregirán ello, como una iniciativa de jóvenes y para jóvenes que un buen día deciden reunirse en un centro comercial para hablar de libros. No son fanáticos de una saga o de un autor en particular, sólo les gusta hablar de libros. Sin embargo ante la dispersión que ofrece un centro comercial deciden acercarse a la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero –Sí, esa que estuvo a punto de cerrar hace algún tiempo por falta de presupuesto departamental, porque así hacemos las cosas en Colombia- y se encuentran con un promotor de lectura que se reinventa bajo el pseudónimo de Spaguetti Morela Alfin y que no sólo les escucha sino que se convierte en una piedra de toque, un dinamizador del proceso juvenil. Seamos claro, John Jairo Navia -Spaguetti- no inventa Riders, lo que hace es sencillo, los escucha y se compromete con ellos.
En su página de Facebook sus integrantes –que oscilan entre los trece y los veinte años de edad- dan cuenta de sus escritos, sus intereses y, sí, sus lecturas. Estas últimas abordan a autores como Rick Riordan, J.K Rowling –por supuesto-, John Green, Edgard Allan Poe, William Shakespeare, Piedad Bonnet, Suzanne Collins, Stephen King – si hacen un conversatorio o evento sobre King me apunto sin resquemor alguno- y F. Scott Fitzgerald, solo por nombrar algunos.    
Así, el lector juvenil no es sólo aquel que consume lo que las editoriales y librerías ubican bajo el rotulo de juvenil sino que sus lecturas van más allá, mucho más allá.
Más aún, hay que hacer un alto, uno nuevo, y aclarar que el lector joven actual, no solo consume libros impresos, sino que los devora –principalmente ante sus altos precios- en formatos electrónicos, ya sea a través de tabletas, celulares, kindles o computadores. Por eso, las viejas encuestas acerca de hábitos lectores y de consumo ya no pueden detenerse en el número de libros que son adquiridos en las librerías, porque estas no pueden reflejar la actualidad del consumo cultural.  

Queda entonces preguntarse: Si bajo la égida de la literatura juvenil el mundo del mercadeo y la publicidad lanzan uno tras otro productos premasticados –hay muchos títulos y autores que brillan por sí mismo a pesar del mercado- bajo el signo de lo que los jóvenes consumirán, ¿cuál será entonces en papel del promotor de lectura? 
Tomado de: lecturasparatodos.blogspot.com

¿QUÉ ES LA LITERATURA JUVENIL? El aspecto del lector I

Portada de Los tres mosqueteros, publicada por Oveja negra. Uno de mis libros más recordados. 

Si bien la literatura juvenil es un concepto relativamente nuevo, no lo es el de literatura ni mucho menos el de joven. Entonces, ¿cómo era la literatura juvenil antes de la existencia de la literatura juvenil? Revisar este concepto es importante para que entendamos algunos de los comportamientos que se están dando en la actualidad en los campos editorial y de promoción de lectura.
Para poder realizar esta exploración tendremos que retrotraernos muchos años, quizás hasta el surgimiento de los folletines. ¿Por qué nos adentramos en los folletines? Porque los señores Dickens y Dumas cultivaron este tipo de novela que consistía en realizar entregas periódicas de las obras y que supusieron la necesidad de terminar en punta cada uno de los capítulos, para que una semana después los lectores ansiosos por saber que sucedía con sus héroes compraran el siguiente y el siguiente ad absurdum (si lo consideran un género muerto bien se puede observar las técnicas narrativas de autores como Arturo Pérez Reverté o G.R.R. Martin). Más allá del arte, innegable de estos autores, tenemos en ellos a los padres de la literatura por entretenimiento. Muchos de los grandes autores que los lectores de mi generación cultivamos y muchos de los que se tienen por imprescindibles –como Balzac- publicaron folletines.
Es de señalar que en ningún momento estos autores escribieron para un público exclusivo –aunque bien que sí conocían a su público y lo que ellos querían- sino para una masa hambrienta que esperaba semanalmente su dosis de ficción. Así nacieron obras como Los tres mosqueteros, Los hermanos Karamazov, Sandokán y Las aventuras de Pinocho, por nombrar solo algunos títulos.
Si bien en su momento los editores hicieron su agosto, fueron los lectores quienes en últimas eligieron que autores eran sus preferidos, de qué personajes querían saber más y cuáles eran los villanos más detestados. Este género, denostado en su momento, fue, como ya vimos, el padre de una gran generación de autores.
Lo mismo sucedió con mi generación y algunas generaciones anteriores. Las primeras obras que cayeron en mis manos –y muchos de quienes leen estas líneas se sentirán identificados- fueron Los tres mosqueteros y Sherlock Holmes y Veinte mil leguas de viaje submarino, que, o bien aparecían por entregas en suplementos dominicales o en tomos ilustrados que “aparecían” por múltiples razones en las casas, heredados de padres, abuelos o tíos, que ofrecían algunas de sus lecturas favoritas a los más pequeños.

No fue una literatura pensada para jóvenes –a muchos de ellos el estilo de Dickens o Balzac les parecerá demasiado rimbombante y descriptivo- sino que fueron los jóvenes –que fuimos y/o somos- quienes los elegimos como nuestros. Para muchos de los lectores de hoy en día el procedimiento ha sido similar, pero ese es un aspecto que continuaremos revisando en la próxima entrada (espero que esta apropiación folletinesca sirva para mantenerte pendiente, Oh amable lector).    
Tomado de: lecturasparatodos.blogspot.com

jueves, 2 de octubre de 2014

¿QUÉ ES LA LITERATURA JUVENIL? : El aspecto editorial.


Tomado de lecturasparatodos.blogspot.com
Imagen tomada de: piezasdeaocho.blogspot.com




Al escribir un concepto podemos pensar que aquello que engloba se trata de una unidad. Si bien la lógica nos enseña que bajo el concepto esfera se agrupan todas las figuras que cumplen con la idea de esfericidad, en detrimento de sus características físicas como color o tamaño, aplicar esta idea al campo literario puede ser muy complicado. Así, al agrupar el concepto de literatura latinoamericana podemos encontrarnos en extremos tan diversos como Joao Guimaraes Rosa, William Ospina o Jorge Luis Borges, todos ellos con sus propias características, con sus propios mundos.
De la misma manera, al aplicar el epíteto de Literatura Juvenil, podemos encontrarnos con dos divisiones principales. A la primera de ella correspondería aquello que se considera se ha escrito para jóvenes; en tanto en la segunda se puede considerar todo aquello que los jóvenes se han apropiado como suyo.
En el primer caso encontraríamos un gran conjunto de obras que las editoriales han rubricado con el término juvenil, teniendo en cuenta, en apariencia, que se trata de obras de aventuras o romance o una mezcla extraña de ambas, escritas en estilo cinematográfico y cuyos protagonistas, de manera casi invariable, están entre los trece y los diecinueve años de edad.  Al menos, de manera general, podemos describir así lo que nos encontramos en el mercado en la actualidad. Así, libros tan disímiles como Harry Potter,Crepúsculo, las ventajas de ser invisible o Bajo la misma estrella, se pueden encontrar con el mismo rótulo. El signo del cine no es ajeno a ninguno de estos títulos.
En Colombia los éxitos cinematográficos han dejado su impronta en el mercado editorial. Un ejemplo de ello es que al poco tiempo del éxito de la adaptación de El señor de los anillos, en muchas librerías surgió una nueva sección: Ciencia ficción. Eso, sin importar qua la obra de Tolkien no tiene ningún elemento de extrapolación científica. De esta forma, las librerías amontonaron bajo ese mismo título las obras de Asimov, de H.P. Lovecraft, Ambrose Bierce, Robert E. Howard, Stephen King y J. K. Rowling, solo por citar algunos. Por supuesto, y lo podemos constatar con el simple hecho de que la sección todavía existe, se trató de un éxito en el mercado del libro.
Hace poco tiempo, en una de las sedes de nuestra “amada” Librería Nacional, buscando la sección de Ciencia Ficción – en dónde no están títulos como: Dr. Jekill y Mr. Hyde o 1984, pero sí Vampyr- me encontré con una nueva sección: Juvenil. Ahí se encontraban agrupados títulos como Ghost Girl,Bajo la misma estrellaEl libro de los portales uOscuros. Dicho de otra forma, todo aquello que las editoriales han lanzado al apostrofado como Juvenil y que, a mi parecer, se encuentran más o menos cortadas bajo la misma tijera. Se trata de historias románticas que retratan amores- el amor debe aparecer aunque sea casi innecesario o complique de manera inútil la trama como en Memorias de Idhún- o situaciones imposibles que un joven –el sexo puede ser indistinto- a través de pocas reflexiones y una situación traumática supera siendo transformado en el proceso. El lenguaje, como fue mencionado con anterioridad, suele ser sencillo –no vaya a ser que el lector abandone si se utilizan descripciones largas o palabras muy complicadas-, los diálogos rápidos y efectistas y mucha acción. Todo esto configura un retrato robot que las editoriales han hecho de la juventud de hoy en día. Aclaro, no digo que los jóvenes sean así, digo que las editoriales han concebido así a los jóvenes.
Al mismo tiempo, y siguiendo las enseñanzas adquiridas con Harry Potter, si se trata de una saga, más o menos esquemática, mucho mejor. Por supuesto, y mencionarlo es casi gratuito, son obras de fácil adaptación al medio audiovisual, no tardando así en salir el libro cuando ya se anuncia la película.

Sin embargo la juventud no es, por fortuna, todo lo que un retrato robot hace de ella, pero eso será tema de la siguiente entrada en la que espero, querido lector, que aún nos acompañes.