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Portada de Los tres mosqueteros, publicada por Oveja negra. Uno de mis libros más recordados. |
Si bien la
literatura juvenil es un concepto relativamente nuevo, no lo es el de
literatura ni mucho menos el de joven. Entonces, ¿cómo era la literatura
juvenil antes de la existencia de la literatura juvenil? Revisar este concepto
es importante para que entendamos algunos de los comportamientos que se están dando
en la actualidad en los campos editorial y de promoción de lectura.
Para poder
realizar esta exploración tendremos que retrotraernos muchos años, quizás hasta
el surgimiento de los folletines. ¿Por qué nos adentramos en los folletines?
Porque los señores Dickens y Dumas cultivaron este tipo de novela que consistía
en realizar entregas periódicas de las obras y que supusieron la necesidad de
terminar en punta cada uno de los capítulos, para que una semana después los
lectores ansiosos por saber que sucedía con sus héroes compraran el siguiente y
el siguiente ad absurdum (si lo
consideran un género muerto bien se puede observar las técnicas narrativas de
autores como Arturo Pérez Reverté o G.R.R. Martin). Más allá del arte,
innegable de estos autores, tenemos en ellos a los padres de la literatura por
entretenimiento. Muchos de los grandes autores que los lectores de mi
generación cultivamos y muchos de los que se tienen por imprescindibles –como Balzac-
publicaron folletines.
Es de
señalar que en ningún momento estos autores escribieron para un público
exclusivo –aunque bien que sí conocían a su público y lo que ellos querían- sino
para una masa hambrienta que esperaba semanalmente su dosis de ficción. Así
nacieron obras como Los tres mosqueteros,
Los hermanos Karamazov, Sandokán y Las aventuras de Pinocho, por nombrar solo algunos títulos.
Si bien en
su momento los editores hicieron su agosto, fueron los lectores quienes en
últimas eligieron que autores eran sus preferidos, de qué personajes querían
saber más y cuáles eran los villanos más detestados. Este género, denostado en
su momento, fue, como ya vimos, el padre de una gran generación de autores.
Lo mismo
sucedió con mi generación y algunas generaciones anteriores. Las primeras obras
que cayeron en mis manos –y muchos de quienes leen estas líneas se sentirán
identificados- fueron Los tres
mosqueteros y Sherlock Holmes y Veinte mil leguas de viaje submarino,
que, o bien aparecían por entregas en suplementos dominicales o en tomos
ilustrados que “aparecían” por múltiples razones en las casas, heredados de
padres, abuelos o tíos, que ofrecían algunas de sus lecturas favoritas a los
más pequeños.
No fue una
literatura pensada para jóvenes –a muchos de ellos el estilo de Dickens o
Balzac les parecerá demasiado rimbombante y descriptivo- sino que fueron los
jóvenes –que fuimos y/o somos- quienes los elegimos como nuestros. Para muchos
de los lectores de hoy en día el procedimiento ha sido similar, pero ese es un
aspecto que continuaremos revisando en la próxima entrada (espero que esta
apropiación folletinesca sirva para mantenerte pendiente, Oh amable lector).
Tomado de: lecturasparatodos.blogspot.com
Tomado de: lecturasparatodos.blogspot.com
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